Queremos compartir algunos fragmentos, retazos de la historia de la empresa, de lo que significa y significó hacer caminos a lo largo del tiempo. En esta primera oportunidad, conversamos con Julio Krenz, que luego de 56 años en LOSI, afirma que esta es su vida y la volvería a elegir.
-¿Hace cuántos años trabaja en la empresa?
Estoy fichado desde el ‘67, pero lo acompañé a Don Luis desde un poco antes, en trabajos chiquitos, cuando recién arrancaba. Yo vine un día, le pedí trabajo y acá estoy.
-¿Qué significa para usted hacer caminos?
A mí me gusta. Hemos pasado momentos muy lindos y muy feos, pero me gusta. Hasta el día de hoy sigo viniendo a trabajar. Es parte de uno, andar en la obra. Yo mientras esté sano, acá estoy.
-¿Y cómo es?
Es un desafío constante, para el que uno sabe que está preparado, pero siempre ocurren cosas, tenés una cantidad de problemas que surgen y vas superando. Cuando nos tocaba una traza por el monte, imaginate, había que unir dos puntos fijos y ahí tenías que meterte, investigar el suelo, las pendientes, para qué lado corre el agua, empezar por las alcantarillas porque va a llover y te vas a empantanar para entrar a la obra… Son “experiencias”, le llamo yo, que me gustan. El día a día es distinto. Ahora igual las obras han cambiado mucho con la tecnología, se trabaja de otra forma.
-Y entre lo laboral y lo personal, ¿cómo fue ese estilo de vida?
La vida mía fue un viaje. Desde que entré a la empresa hasta hoy. Hará 15 años que vivo en Paraná. Antes estaba donde Don Luis me decía. Yo me iba y me instalaba en la obra, y hasta que no terminaba, estaba ahí.
-¿Cómo era instalarse en un nuevo lugar?
Y era enganchar una casilla o prefabricar una casilla de madera, y ahí marchábamos. Primero los dos, después tres y después cuatro. Así fue, como un caracol esto. Vivimos en muchos lugares. Yo tuve la suerte de que a mi señora le gustó. Recorrimos mucho. No hay lugar en el que no hayamos estado viviendo un par de años.
-¿Qué es lo que más le gusta y lo que menos?
Las obras me gustan todas. Hubo lugares más lindos que otros, por supuesto. Como cuando hicimos el aeropuerto en Salta, ahí era hermoso. Pero después nos fuimos a Santa Cruz, a Jaramillo, llegué y me metieron preso. Era la época en que había toque de queda y yo llegué con todos los muchachos, las máquinas, veníamos del norte. Llegamos y bueno, hicimos un asado. Y ahí no más llegó la policía, preguntó quién era el responsable y “marche al calabozo”. Al otro día me soltaron y me pidieron disculpas, pero bueno, así era. Había momentos lindos y otros no tanto.
-¿Lo volvería a elegir?
Sí, esta es mi vida.